10 de octubre de 2013

Y después de tanto tiempo… ¡Regresé!

Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos
van marcando mi retorno.

Son las mismas que alumbraron
con sus pálidos reflejos
hondas horas de dolor.

Y aunque no quise el regreso
siempre se vuelve
al primer amor.

Estas estrofas vinieron a mi mente cuando me acercaba paso a paso, hace unos días, en una noche lluviosa de viernes hacia ella, que tanto tiempo tenía de no verla. Al acercarme, vinieron a mi mente muchos recuerdos y el sentimiento de culpa generado por un abandono de más de 2 años. Pero al momento de que mi olfato se llenaba del aroma que despide, tan familiar, tan conocido, la culpa desapareció y me sentí de regreso en casa.

Y ver que todo seguía igual, a pesar de mi larga ausencia me hizo sentir seguro, cómodo. Saludos, sonrisas y un gran trato, como siempre, fue el que recibí en mi triunfal retorno a La Antigua Fragua, taquería ubicada en la calle de San Agustín casi esquina con Gustavo Baz, en donde inicia la comarca conocida como Satélite.

Llegar no es nada difícil, lo complicado es encontrar lugar para estacionarse, pero una vez que te sientas en las mesas de afuera (3 mesas pequeñas, justas para atacar el menú), o junto a la parrilla o en la barra que rodea la parte interior del local, la fiesta en tu boca no parará.

¿Por qué tanto amor a una taquería? Simple, ahí se consiguen los mejores tacos al pastor del D.F. y sus alrededores, y lo puedo someter a discusión con cualquiera que lo dude. También hay costilla, chuleta, bistec, pollo, y los puedes pedir en maíz o harina, con o sin queso, además de las especialidades con nombres ‘exóticos’, en fin, el surtido estándar de cualquier taquería.

Para empezar: 3 de pastor, manjar de deus, con todo, obvio, es decir ‘jardín y llorona, original y copia’ y para que digan que sí como frutas y verduras: ‘Con piña güero, por favor’. Es cábala de su servidor voltear a ver el trompo al momento de que preparan mis tacos y ahí, justo frente a mí, está el secreto de esos tacos: su recinto, donde se cocina el pastor no es a base de gas, es carbón, puro carbón, que cuece el trompo poco a poco, lo dora un poco y le da un sabor único.

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También pedí de costilla, obvio con harina y queso, porque me encanta que den la carne con todo y hueso, para sacar tu instinto canino, ese que te hace gruñir si se quieren llevar tu plato cuando todavía no acabas.

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La carne es asada, sobre una parrilla, no una plancha y la sazonan con la ‘salsa de la casa’, un líquido oscuro, un poco viscoso, que le da un giro al sabor de la carne, diferente, raro, pero muy sabroso.

Las salsas no son su fuerte, son buenas pero no tan picosas, la verdadera fortaleza es el sabor de la carne y obvio el pastor cocinado con carbón, les aseguro que si los prueban se van a acordar de mí, no hay mejor forma de comer pastor que en La Antigua Fragua.

¡Ah!se me olvidaba, casi pegada a esta taquería está su gemela bizarra, que al parecer es la competencia familiar, pero ahí los tacos no son lo mismo, saben diferente, la buena es la primera, la pequeña, la que está más cercana a Gustavo Baz.

Si piensan ir, me avisan para acompañarlos…

9 de octubre de 2013

Se busca selección que adopte a la afición mexicana…

Hace mucho no escribía de futbol y creo que es buena ocasión de volver a hacerlo y por la cercanía de los últimos dos partidos de la Eliminatoria de Concacaf para el Mundial de Brasil 2014, el tema ‘obligado’ es nuestra querida odiada Selección Mexicana.

Pero no sufran, no voy a hablar de las posibilidades, del técnico anterior, del nuevo, que si los porteros, que si el nivel y bla bla bla. Primero, porque no me pagan por analizar eso y segundo, porque ya se ha escrito demasiado y no creo que aporte nada nuevo o relevante.

Más bien quiero hablar de sentimientos. Los mexicanos somos más fieles a nuestro equipo de futbol que a las novias (en algunos casos, no todos somos así), y cuando el equipo va bien es el mejor e incluso, le puede dar un baile al Barça; pero si llega una mala racha cuidado, son más malos que el infame Sodoma y Gomorra FC, equipo semi-llanero-universitario del cual formé parte y significó mi retiro de las canchas.

Ahora imaginen cuando le pasa a nuestra Selección, la Verde, el Tri, Ratones Verdes, o como quieran llamarlos. Ha sido un año de pesadilla, donde el poco o mucho prestigio que tiene el equipo se ha regado por los suelos, ese orgullo que nos inflama el pecho de ser dobles campeones mundiales en categorías infantiles, medalla de oro en olímpicos y vivir del rancio (y nada actual) abolengo de ser los ‘Gigantes’ de nuestra subdesarrollada área, nos ha hecho más mal que bien y en el 2013 se ha notado y mucho.

Ahora está en peligro la clasificación al mundial y eso tiene al país (o por lo menos a la parte futbolera) con los nervios de punta. México es de los países que más boletos pide para el mundial, tiene una infraestructura que es muy superior a la de la los países del área y sobre todo, tiene muchos (y muy grandes) patrocinadores.

Y ya que toco el tema de patrocinadores, ha sido tan malo el año futbolero, que Roshfrans, decidió publicar un anuncio espectacular en una de las avenidas más transitadas de la capital y burlarse de la situación tanto del equipo como de ellos como empresa que pone de su bolsa para pagar a los jugadores verdes. El anuncio ha causado revuelo, es original, es cierto y es duro: nadie está orgulloso del equipo, y a mi parecer, no creo que Roshfrans regrese como patrocinador para el próximo ciclo, una pena, porque ese ‘atrevimiento’ debería merecerles un festejo en el Ángel, que tan abandonado ha estado este año.

Quedar fuera del Mundial nos va a dejar huérfanos de equipo, porque siempre estamos ahí, apoyando, poniéndole color a la grada, con la ilusión de hacer el mejor papel de la historia, con el patético ‘Sí se puede’ a media garganta, a punto de explotar, porque, seamos honestos, nuestro ADN futbolero está lleno del cromosoma “S” (Sufrimos Siempre), no habrá ventas al por mayor de playeras verdes, negras, rojas o blancas; los niños no se llamarán ‘Gio’, ‘Chicharito’, ‘Memo’ o cualquiera que sea el nombre de su ídolo; nos vamos a quedar sin historias, sin reuniones para ‘ver el fut’, nadie va a querer llenar el Panini, no habrá ‘día verde’ en las oficinas para ver los partidos, en fin, huérfanos de futbol.

Dentro de mí, muy en el fondo, sé que estos jugadores van a clasificar, porque a pesar de nuestro futbolero cromosoma “S”, al final, siempre estamos ahí, en la fiesta, para darle color, a veces ser el invitado incómodo, ser la decepción o la sorpresa. Pero nunca hay que dejar de lado la posibilidad de comenzar a buscar qué selección nos quiere adoptar para el Mundial Carioca.

¿O de plano cambiamos de deporte y nos volvemos aficionados al rugby?